23 de abril de 2017


VIVAS NOS QUEREMOS

Hoy fue uno de esos días que me desperté y pensé "no voy a poder". Con todo. Con el día. Con los días. Miedo. Incertidumbre.
Sin embargo, no cancelé nada... me reuní con mis compañeros de Ceta a cranear el concert de noviembre, me mimaron con comida y hasta ligué un anti estres de just de manos de Caro Allende.
Me fui a la marcha, sin paraguas, con la certeza que la lluvia no era para tanto. Tren, subte, y muchos pensamientos en el viaje.
Dialogué conmigo misma muchas cosas... Poner el cuerpo es la que va. Es la que siempre valió. Ir. Estar. Luchar el día a día para desnaturalizar el patriarcado tan instalado hasta en lo más mínimo y en la naturaleza, ella, la pacha mama tan pisoteada, tan violada. Dejar de lado las discusiones banales divisorias al pedo, no son importantes, las virtuales, las que buscan minimizar un grito que ya es imposible callar, salir a defender y a pedir lo que falta. Muchas mujeres muertas, muchas. Pensé en mis amigas que son madres también, especialmente en ellas, algunas, no todas por suerte, muchas veces no tienen los mismos derechos que sus parejas, hombres, ni para salir con sus amigas ni para salir a tomarse a una birra, ni para su propio ocio. Hacen malabares entre su trabajo y sus sueños y sus hijos. Me vi siendo madre y ¿me pasará lo mismo?. Pensé en cómo quiero ser amada y acompañada, de qué forma específica, nunca menos, y caminar juntos a la par. Pensé en mí misma, mirar adentro, reconocer y aceptar y erradicar las propias violencias, las propias actitudes machistas tan automatizadas, los propios ninguneos y falsos modelos de amor, dejarse opacar el propio brillo, y todas esas cosas. Soportar abusos, callarlos, cargar con ellos, y recuerdos horribles. Sacrificar tu cuerpo y tu alegría. Sentir un pedacito de vos muerto dentro, que de a poco tiene estertores de vida y luz. Temer por tu cuerpo a la noche en minifalda y medias negras. Entregar un celular a uno que te apunta para robarte pensando por favor que no me haga nada sintiendo el miedo en la concha, no el miedo a que te mate. Por eso gritamos ni una menos.
Bajé del subte en el obelisco y me inundó el agua que venía del cielo y el agua de los ojos. No sé. Lloré. Por muchas cosas. Y de emoción de no sentir soledad. Eramos miles. Caminé junto a miles, sin encontrarme con ningunx de mis amigxs que sabía que estaban. Caminé y me dejé mojar. Y mi mente se acalló bastante.
De la plaza me fui a otro ensayo donde me recibieron tres de mis compas, varones, que también venían de ahí, y mientras nos secábamos y me prestaban ropa seca, charlamos de todo esto.
Ensayamos. Y después me volví a poner mi ropa un poco húmeda y viajé en el bondi a casa estudiando texto.
Y pensé, capaz, así, podés con los días. Poniendo el cuerpo y dejandote mojar, total después te secás. Y un día no habrá que ponerse a explicar por qué ni una menos.
Vivas nos queremos.


OCTUBRE 2016

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